Recuperemos los estudios de impacto ambiental

A pesar del que en sus ideológicos discursos de investidura Sánchez no cesaba en insistir sobre la amenaza de la “emergencia ambiental” que parece obsesionarle, la adoración al “ídolo climático” podría tener los días contados.

Porque, asustados por los desajustes económicos de sus partidas económicas excesivamente lastradas por las “transiciones energéticas” que tienden a una exagerada descarbonización, los países europeos comienzan a mirar de nuevo hacia modernas opciones nucleares y hasta a las minas de carbón clausuradas muy recientemente.

Nuestra maltratada España parece alegremente abocada a la ruina que implican los protocolos impulsores de la exclusividad de las renovables, con clausura nuclear, ataques ideológicos a las presas hidráulicas, prohibición de la explotación minera e invasión de gigantescos molinos eólicos hasta en las plataformas marinas. Sin embargo, científicamente algo se mueve.

Efectivamente, parece que la “barra libre” para los proyectos industriales que puedan poner en peligro determinados aspectos ambientales, podría terminar si se consiguiera restaurar la obligatoriedad de los estudios de determinación de impacto ambiental antaño preceptivos.

¿En qué consistían los EIA (Estudios de impacto ambiental)?

Hubo que luchar mucho para conseguir que los estudios de impacto ambiental fueran obligatorios antes de ejecutar obras o desarrollar proyectos que pudieran poner en peligro diversos aspectos relacionados con la conservación de la naturaleza.

Sin embargo, la obsesión por la lucha contra el llamado “cambio climático” motivó la suspensión del carácter obligatorio de los EIA cuando se tratara de temas relacionados con el mismo: “Vale todo”, podríamos traducir el pensamiento de los ejecutivos del ministerio de Teresa Ribera, con tal de satisfacer las ansias de luchar contra la “emergencia climática”, que con insistencia, lega en argumentos, preconiza el ya de nuevo presidente del Gobierno.

La supresión del principio de prudencia que emana de un estudio de impacto obligatorio es uno de los mayores desatinos del Ministerio de la Sra. Ribera y se constituye en “patata caliente” para quienes puedan ocuparlo en un futuro clásico. Es imprescindible y urgente recuperar dichos estudios.

Si tenemos en cuenta que entre los factores diversos que se tenían en cuenta antes de la supresión de la obligatoriedad, figura la opinión de las personas que puedan ser afectadas por las consecuencias de los proyectos en cuestión, llegamos a la conclusión de que no sólo se trataba de estudios científicos, ya que eran también fundamentalmente democráticos.

No tenían sencillo las autoridades, municipales o de cualquier otra condición, autorizar obras que pudieran resultar “caramelos envenenados” al suponer ingresos fáciles para las arcas de sus respectivos departamentos, pero que no fueran aceptados por los vecinos administrados. Si estos resultaban atropellados por expropiaciones o limitaciones en el uso, o incluso si los paisajes de su entorno pasaban de hermosos a horrorosos (Bosques de molinillos), al menos tenían ocasión de mostrar su disconformidad.

Pasado un tiempo los afectados disconformes tendrían por delante una urna para quejarse que en estos momentos no tienen. Esto es lo supuestamente progresista y democrático que se convierte en apisonadora que aplasta las protestas de los vecinos.

Tímida respuesta ecologista

Acaba de producirse una declaración, con bases científica y ecológica, en la que se pide, eso sí, de manera en principio muy mesurada, que las instalaciones para la obtención de energías renovables, como los gigantescos bosques de molinillos o las llamadas “huertas solares”, se instalen en emplazamientos que no perjudiquen a la naturaleza. Algo es algo.

La llamada científica a la prudencia ante el “vale todo con vistas a La transición energética a la descarbonización” parece que se produce después de tener que tomar en consideración algunas auténticas catástrofes recientes como la mortalidad insostenible de aves abatidas por el choque contra los molinos o las manifestaciones de las cofradías de pescadores alarmados por los a anuncios de instalación de plataformas para instalar torres eólicas con base sobre el fondo marino de las plataformas continentales.

En definitiva, parece que comienzan las llamadas a la prudencia, pero lo que en ellas se reclama no es sino la recuperación de los estudios de impacto ambiental lamentablemente demolidos por la osadía y la ignorancia.

Deja en este sentido la gestión del Ministerio de Teresa Ribera una deuda ecológicamente reclamable.

Miguel del Pino, catedrático de Ciencias Naturales

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Fuente: Libertad Digital