Uruguay. Miles se unieron en la edición 28 de la Marcha del Silencio

Por Ignacio Martínez

“Los carteles caminan”, dijo una niña que estaba a caballito de su padre, en la vereda de 18 de Julio y Fernández Crespo. Acababa de iniciarse la vigesimoctava edición de la Marcha del Silencio, convocada por la organización de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos, con el reclamo imborrable de verdad, memoria y justicia.

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La gente no paraba de llegar a la Plaza a los Desaparecidos en América, en Rivera y Jackson, en donde los familiares esperaban silenciosamente, portando los carteles con las fotos de los que todavía buscan. Cuando todos empezaron a marchar, desde la calle era difícil calcular cuánta gente había, y para el lado de la Intendencia de Montevideo se veía todavía a más personas. Al final, más de diez cuadras de silenciosa multitud fue la que marchó hasta la plaza Libertad.

A los costados de la calle la gente esperaba por la marcha, también en silencio. En la Facultad de Derecho un cartel citaba dos versos de la canción “Visitas”, de Rubén Olivera: “Pero no es llevándote unas flores / si no sabría a qué lugar”, y resultaba difícil no pensar en las palabras que le siguen: “A veces te cuido en carteles / y hoy te quiero cobijar”. Una pancarta mucho más grande estaba delante del frío vidrio de la sede céntrica del Banco República, y decía: “La memoria grita, destruye silencios, escracha impunidades, quema injusticias”. La marcha llegó al Monumento al Gaucho, donde paró por un instante largo, y volvió al silencio más ensordecedor.

A pasos de la explanada municipal, una señora sostenía el cartel con la foto de Guillermo Willy Sobrino, de Agrupaciones de Militantes Socialistas, desaparecido -con 33 años- desde el 22 de diciembre de 1977. La señora subrayó que Pablo, hijo de Guillermo, era muy chico cuando su padre desapareció, y hace poco filmó un corto en homenaje a todos los desaparecidos, junto con sus dos hijas, por lo que la causa siempre continuará.

Testimonios

En 18 de Julio y Ejido, esperando, parados exactamente en la esquina, había una pareja de veteranos que sostenían el cartel de Ever Rodríguez, que tenía 20 años cuando desapareció, el 5 de abril de 1978, y era militante en la Unión de Juventudes Comunista. El señor le estaba comentando a su esposa la cantidad de años que pasaron desde que piden que aparezcan los desaparecidos, y agregó que algunos eran compañeros de clase de ambos.

“Hoy no tenemos la certeza de que eso vaya a ocurrir, tenemos la gran esperanza. Y saber que esto sirve para que las generaciones jóvenes, de menos de 20 años, sean conscientes de que acá hubo una gran dictadura y un terrorismo de Estado que hizo desaparecer gente”, subrayó.

La señora dijo que es “tristísimo” que las madres tengan que seguir reclamando por saber la verdad “y no puedan tener una vida en paz”. Además, destacó que a los nazis que perpetraron los crímenes de lesa humanidad durante la Segunda Guerra Mundial los siguen juzgando, por eso no entiende por qué en nuestro país a los militares criminales de la dictadura, que todavía están vivos, no se los juzga, y encima “los quieren dejar ir a la casa”. “Pobres viejitos…”, ironizó.

La señora agregó que, cuando eran jóvenes, se creyeron aquello que les decían sobre los cadáveres que aparecían en el Río de la Plata, que “eran de coreanos”, cuando mucho después se supo que eran víctimas de los infames “vuelos de la muerte”. “Era inconcebible que un ser humano le hiciera eso a otro”, acotó la señora. Su pareja reflexionó sobre que, como Uruguay es un país chico, “la dictadura fue al detalle”, entonces, “el rastrillaje era casa por casa y familia por familia”.

Noticias de ayer (que siguen hoy)

“La décima víctima fue arrojada aún con vida al Río de la Plata”, era el titular de la tapa de un ejemplar viejo y amarillento de El Diario de la Noche que sostenía un señor en la plaza Libertad, donde esperaban abrazar a la marcha. El veterano le mostró el ejemplar a todo el que quisiera leerlo con atención, y al lado tenía la tapa, del mismo diario, del 20 de mayo de 1976, que decía: “Son 10 cadáveres”, y abajo: “Secuestraron en Argentina a Michelini y Gutiérrez Ruiz”. Un señor se acercó, les sacó fotos a los diarios y comentó que, si bien era adolescente en esa época, recordaba con claridad aquellas noticias.

“Para no perder la memoria: presente”, se leía en la remera de una señora que tenía la imagen de Luisa Cuesta, referente incansable de la búsqueda de los desaparecidos, que falleció en 2018, sin saber dónde están los restos de su hijo, Nebio Ariel Melo Cuesta, estudiante de la Facultad de Humanidades y militante del Partido Comunista Revolucionario, que fue secuestrado el 8 de febrero de 1976 en Buenos Aires, cuando tenía 31 años. Como todos los demás, fue uno de los nombrados cuando por los parlantes de 18 y Ejido se mencionaron los nombres de los desaparecidos, a los que se les respondió, como siempre: “Presente”.

Las diez cuadras de gente quedaron quietas cuando los familiares y los carteles llegaron a la plaza Libertad. Después de que sonó el himno uruguayo (no faltaron los puños en alto ante la frase “¡tiranos, temblad!”), el silencio se convirtió en aplausos y más aplausos. Terminada la marcha, la gente se empezó a dispersar. Algunos familiares acompañaron a Hortensia Pereira, esposa de León Duarte, de la fábrica Funsa y fundador de la Convención Nacional de Trabajadores, quien fuera secuestrado en una cafetería de Buenos Aires en 1976. Mientras un muchacho ayudó a Hortensia para que entrara en un auto, no pudo evitar lagrimear.

La Diaria

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