Florentineza, vacuna contra el virus FIFA y UEFA

¿Qué es el fútbol del siglo XXI? Un negocio. El fútbol es un negocio. Salvo casos excepcionales, y en España los hay, los clubes están dirigidos por un consejo de administración, que tiene que dar explicaciones a sus accionistas. Real Madrid, Barcelona, Athletic y Osasuna forman parte del otro fútbol, de un fútbol vintage, uno que ya no volverá. Y, aún así, sus presidentes son igualmente exigidos y tienen que dar sus explicaciones en las asambleas de socios correspondientes. Posiblemente haya clubes gestionados a medias, 51 por ciento los socios y 49 los accionistas, pero si esos accionistas deciden retirarse, el negocio peligra. El modelo de gestión tiene que ser, por lo tanto, puramente empresarial. Pero cuando un club compra un jugador asume un riesgo; quiero decir que si inviertes más de cien millones de euros en un futbolista es porque piensas que te los va a devolver, pero a veces no es así. Por ejemplo, el Madrid compró a un jugador top 5 como Hazard y el negocio fue ruinoso. Cuando al club le sucede eso, cuando realiza una mala inversión pese a todas las previsiones favorables, no hay un fondo de compensación ni nada parecido, no hay nadie que se acerque a darte consuelo, sencillamente estás solo. Pero como el show tiene que continuar, el club está obligado a seguir jugándosela invirtiendo.
Una de las principales reivindicaciones de la tan denostada Superliga consistía precisamente en atacar el punto neurálgico de la cuestión: FIFA y UEFA son monopolios, instituciones obsoletas que se benefician del riesgo de los otros. En una escena de Pactar con el Diablo, Al Pacino critica a Dios diciendo lo siguiente: “Él dispone las reglas y el tablero, pero es un auténtico tramposo: mira pero no toques, toca pero no pruebes, prueba pero no saborees. Y mientras os lleva como marionetas de un lado a otro, ¿qué hace Él? Se descojona de risa”. FIFA y su hermana pequeña UEFA llevan más de medio siglo haciendo lo mismo, descojonándose de risa de los clubes, que ponen jugadores, estadios y afición. No conoceréis un solo fan de Infantino o de Ceferin, no los tienen, no existen. Ni de Tebas. Aquí, en España, Tebas le dice al Real Madrid que mire pero no toque, que toque pero no pruebe, que pruebe pero no saboree. Y, mientras tanto, y después de una gestión cuando menos deficiente, se descojona de un club de fútbol cuyo presidente tiene que ingeniárselas para seguir siendo competitivo al máximo nivel y sin la ayuda de nadie, mucho menos de Tebas y de la Liga.
Aquí la única pregunta es la siguiente: ¿Hasta cuándo van a consentir los clubes que la FIFA y la UEFA se sigan descojonando de ellos? Ayer fue lo de Gavi: rotura del ligamento cruzado anterior de su rodilla derecha y afectación del menisco externo. Esto quiere decir que, si todo va bien, Gavi no volverá a pisar un terreno de juego hasta dentro de nueve meses. ¿Y luego qué? ¿Será el mismo jugador? ¿No lo será? ¿Cómo volverá de su lesión? FIFA pagará al Barça entorno a los veinte mil euros diarios hasta que el futbolista regrese pero el daño deportivo, y por lo tanto el económico, ya está hecho. No es del todo correcto referirse a esta situación como virus FIFA porque para este agente infeccioso microscópico acelular no existe vacuna alguna. Existen vacunas para el COVID 19, la gripe, la hepatitis B, el tétanos, la difteria o la tosferina… pero no para la FIFA. La vacuna contra la FIFA y contra la UEFA está aún en experimentación y se llama Florentineza, pero los clubes (como los jugadores) son en líneas generales cobardes y ese miedo a perder, el mal de altura, el vértigo, consiguen que esta toxina, este veneno, se haga más fuerte, más y más resistente al cuerpo que lo alberga y del que se nutre gratis.
Así que, simplificándolo todo un poco, en realidad la solución contra este agente infeccioso obra en poder de los propios clubes, la vacuna no es otra que la rebeldía contra un sistema decimonónico que avala la esclavitud en pleno siglo XXI. A Gavi le sustituirá otro jugador que será peor, el Barça se verá afectado, el espectáculo se resentirá, irán probablemente menos espectadores al campo pero la rémora seguirá aprovechándose de lo que vayan cazando tiburones, ballenas o tortugas. La ballena sólo tiene que pararse, dejar de moverse y mirar fijamente a los ojos a la rémora, como los clubes sólo tienen que pararse y mirar de tú a tú a la UEFA. Pero no lo harán, y no lo harán por miedo. Lo resumió el otro día mejor que nadie Enrique Cerezo: “Sabemos que lo mejor para el fútbol es la Superliga pero tenemos miedo a una sanción de la UEFA”. El día que todos pierdan el miedo se acabó el virus. O, por el contrario, el día que todos caigan lesionados se acabó el fútbol. Una de dos, o miedo o fútbol. Truco o trato. No hay otra vacuna.
Fuente: Libertad Digital