Mitos y Leyendas del Catatumbo: La tradición Oral que se niega a desaparecer

Colombia ha sido un país de tradición oral, la gran parte de su historia ha ido pasando de generación en generación a través de recuerdos que guardan los pueblos en cuentos narrados por abuelos, quienes antaño recibieron todos esos relatos de sus allegados y antepasados. La riqueza cultural de las regiones del país se entreteje con la variedad de historias que son propias de su identidad, los pueblos y zonas rurales guardan celosamente su tradición oral que se enriquece con el pasar del tiempo en innumerables mitos, leyendas, versos, retahílas, adivinanzas, poemas y canciones que dejan relucir las características propias de las comunidades contadas a través del lenguaje.

Se puede afirmar que la literatura oral constituye la suma de los conocimientos, valores, tradiciones y creencias, que pasan a través de las generaciones, verbalmente, utilizando diferentes estilos narrativos, esta se conserva en la memoria de los pueblos, es de creación colectiva y por lo tanto anónima, carece de autor -lo que no ocurre con la literatura escrita-, es del pueblo y como tal hace parte de su vida diaria y de su cultura. Por lo tanto, la literatura oral se constituye en fuente de investigación obligada en el estudio de las tradiciones histórico-culturales de los pueblos iletrados. (Villa Posee 1993, p. 12).

Las leyendas, según Arnold van Gennep (1982) es una narración que indica “el lugar con precisión; los personajes son individuos determinados, tienen sus actos un fundamento que parece histórico y son de cualidad heroica”. Así mismo, agrega que es “la narración localizada, individualiza, objeto de fe” (Gennep, 1982) mientras que el Diccionario de la Lengua Española define la leyenda como “la relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos” (R. A. E, 2011)

Ahora bien, la definición más aceptada nos la propone Bolívar Echevarría (1984) “es una narración sobre hechos sobrenaturales, naturales o una mezcla de ambos que se transmite de generación en generación de forma oral o escrita”. Generalmente, el relato se sitúa de forma imprecisa entre el mito y el suceso verídico, lo que le confiere cierta singularidad. Lo ubica en un tiempo y lugar familiar de los miembros de una comunidad, lo que aporta cierta verosimilitud al relato. En las leyendas se presentan elementos sobrenaturales como milagros, la presencia de criaturas feéricas o de ultratumba, etc. Y estos sucesos se presentan como reales, forman parte de la visión del mundo propia o de la comunidad en la que se originan los procesos de tradición oral.

A estos relatos literarios se suma el mito y para hacer una aproximación a su sentido escritural el colombiano Javier Ocampo López señala;

Los mitos son explicaciones sobrenaturales sobre fenómenos naturales, o de conocimientos sobre los orígenes de los pueblos. El mito es una realidad viviente, que las gentes creen y sienten. No es una mera historia contada de forma legendaria, de cuento o narrativa. Según las creencias de los pueblos los mitos influyen continuamente en el mundo y en desierto de los hombres, estos relatos loa podemos encontrar por todos los países del mundo, así mismo las leyendas son narraciones de sucesos, personajes o hechos históricos que acontecieron en un tiempo y espacio geográfico determinado, pero con una explicación maravillosa o legendaria que hace parte de la cultura popular (Ocampo López 2006, p. 8)

En este mismo sentido Ortiz afirma: “El mito llena en la cultura primitiva una función indispensable, expresa esperanzas, codifica la opinión, salvaguarda y refuerza la moral, garantiza la eficiencia del ritual y contiene reglas prácticas para la guía del hombre. El mito es así un ingrediente vital de la civilización humana, no es una historia ociosa, sino una activa fuerza creativa; no es una explicación intelectual o una fantasía artística, sino un carácter de la primitiva fe y de la sabiduría moral” (Ortiz, 1982, p. 15).

Con estas dos definiciones, realizaremos un fascinante viaje a la región del Catatumbo que junto a sus exuberantes paisajes naturales también posee una gran riqueza en su tradición oral, que lindo es escribir y enaltecer las bondades de esta zona que por años a padecido en carne propia los estragos de la violencia y el abandono estatal, pero es hora de pasar la página y descubrir entre su tradición oral la amabilidad de sus pobladores.

Muchas son las historias que viajan por las laderas de la cadena montañosa que atraviesa el Catatumbo, mitos y leyendas que hacen parte de sus habitantes, historias comunes que se han escuchado en otras partes del mundo, como la famosa leyenda de la llorona, o de la madre monte, y otras no tan conocidas de seres antropomorfos guardianes de la paz, del territorio, del bosque, o de los mismos habitantes de la zona, quienes por medio de innumerables relatos, cada uno de acuerdo a su tradición familiar, aseguran haber visto estos seres sobrenaturales, algunos alcanzan a describir de manera superficial las figuras de estos seres, otros dicen que no pueden recordar sus formas, pero que recuerdan perfectamente las palabras o los sonidos que producían para amedrentar a los cazadores de la región.

Cabe agregar también, que muchas de estas leyendas y mitos, son usadas para asustar niños, para darles a conocer los peligros que acechan fuera de sus hogares, historias que se transforman en amenazas de lo que puede suceder si el niño es desobediente o rebelde con sus padres, pues las leyendas de los niños que fueron tragados por la tierra por desobedecer una orden directa, es algo común en toda esta región del país.

Sin embargo, la reproducción textual de estas historias se convierte en una labor titánica, puesto que fácilmente se pueden encontrar hasta veinte versiones distintas de la misma leyenda, algunas con pequeñas variaciones, otras con diferencias abismales, pero todas apuntando siempre hacia la misma finalidad, que no es otra, que dar a conocer la historia de la región. No obstante, es estrictamente necesario, nombrar un mito muy famoso en esta parte del mundo, tal vez no sea la región exacta, pero compartiendo el nombre con uno de los fenómenos naturales más extraordinarios del mundo, no podía pasar desapercibido el famoso Faro del Catatumbo

“El ‘Relámpago del Catatumbo’ es un fenómeno natural que produce numerosas tormentas eléctricas en la cuenca del lago de Maracaibo, en el poblado de pescadores Congo Mirador. Se caracteriza por la aparición de una serie de relámpagos de manera casi continua y silente. Se calculan de 18 a 60 rayos caídos por minuto, más de 20.000 por hora y 1.760.000 por año. “Cada una de estas descargas tiene energía suficiente para encender 100 millones de bombillos” (RT, 2014).

Este fenómeno, muy cercano a la frontera con Venezuela, toma su nombre del rio Catatumbo, que atraviesa toda esta región y donde nace el mito de los relámpagos que iluminan las noches de esta zona del planeta, se mantiene con el pasar de las generaciones, pues para los habitantes de la región del Catatumbo, el faro les pertenece tanto como le pertenece a la región de Maracaibo en Venezuela.

En la cultura indígena de la tribu barí existía un cacique llamado Cínera, que gobernaba en las selvas del Catatumbo, zona limítrofe entre Colombia y Venezuela. El hombre tenía una hermosa hija de nombre Zulia, que por su belleza y valores morales era la admiración de todos los de la tribu. Zulia debía terminar con su soltería a petición del consejo y dos hombres, Gabarra y Tarra (los más fuertes de la tribu), pretendían tomarla por esposa, por eso debían presentar ante el cacique la mejor ofrenda.Chimichagua, padre de Gabarra, le dio a su hijo una roca sagrada que emanaba destellos de luz incandescentes y que venía de generación en generación, esa sería su ofrenda. El cacique quedó tan deslumbrado con aquella joya que la aceptó de inmediato. El día del casamiento, cuando Cínera los iba a declarar esposos, Gabarra tomó a Zulia y a la roca, y en medio de la selva huyó. El cacique pidió que los encontraran y los mataran por semejante ofensa, pero nunca lograron encontrarlos. Se dice que se adentraron tanto en el lago que desde la orilla se pueden ver los destellos de la roca que ilumina el cielo. (Arenas, 2019 pág. 2)

Así pues, este mito es parte de lo que hoy son los habitantes del Catatumbo, los representa y no existe un solo habitante de la región que no conozca la historia, además hay que recordar la fuerte influencia de los indígenas Barí por toda la zona, lo cual ayuda y fortalece todavía más la tradición oral que se tiene.

Tan importante ha llegado a ser esto, que Lope de Vega, el gran poeta del siglo de oro español, hace mención de él, en uno de sus poemas épicos conocido como “La Dragontea”, en el cual narra la derrota del Corsario Francis Drake, y argumenta que la luminosidad de los rayos que caen por minuto, cegó la embarcación del corsario inglés, impidiendo la invasión de Maracaibo.

Ahora bien, los mitos y las leyendas son importantes en esta zona porque permite mantener vivo ese aprendizaje empírico que durante años han ido desarrollando y adquiriendo los habitantes de la gran región nortesantandereana, aunque lastimosamente sea una zona llena de conflicto y golpeada terriblemente por la violencia, es necesario resaltar que se rehúsan a darse por vencidos y a dejar en el olvido, todo aquello que con esfuerzo, dedicación y trabajo han ido construyendo, de la misma manera en que se han negado a salir de sus hogares por amenazas de grupos armados ilegales, así mismo se niegan a dejar morir sus costumbres entre las cuales se encuentran los mitos y las leyendas propias de su cultura.

Como anteriormente fue mencionado, la comunidad Barí, el grupo indígena más grande de toda la región habitó la zona del Catatumbo, fue creando una extensa tradicional oral, que como era de esperarse no se mantuvo intacta puesto que, al pasar de boca en boca, lo lógico es que algunos detalles sean confusos, repetitivos o contradictorios, en otro de los mitos más conocidos de los Barí, se puede evidenciar una contradicción en relación al mito del faro del Catatumbo.

Cuando los indígenas del Norte de Santander aún eran libres, existían muchas comunidades, una en especial llamada cíneras, quienes siempre tuvieron conflicto con los guanes de Santander. El cacique Cínera cansado de tanto pelear, envió a su hija Zulia en misión de paz a tierras de los guanes. Estando Zullia allí, apareció por estas tierras un español, Diego de Montes y arrasó con la comunidad ciñera y al indefenso cacique lo ahorcó colgándolo de un árbol de caracolí. Cuando Zulia venía de cumplir su misión de paz, se encontró con un reducto de indígenas cáchiras que huían despavoridos de los españoles y contaron a Zulia lo que había pasado a su pueblo. Zulia, que no se atrevía a creerlo, porque en su mente no cabía que el ser humano fuera tan perverso, se disfrazó de vasallo, llegó hasta muy cerca de su casa y pudo observar con sus propios ojos que efectivamente su padre colgaba de un árbol de caracolí. De sus bellos ojos brotaron lágrimas de indignación, de su pecho salió un grito de dolor y de sus labios salió un llamado a todos los indígenas de los alrededores. A este llamado acudieron, guanes, cáchiras, chitareros, cotecos y cúcutas. Con los Cúcuta acudió un príncipe indígena llamado Guaymaral, hijo del cacique Mará que habitaba el lago de Coquivacoa. Más de dos mil indígenas acudieron al llamado de Zulia, en la actual Pamplona, y armaron dos columnas: mil al mando de la hermosa princesa y mil al mando de Guaymaral, marcharon sobre el campamento español que se encontraba ubicado en el sitio actual de Arboledas y Diego de Montes no supo en qué momento pagó con su vida todas las maldades y robos que le había hecho a los indígenas. Esa noche los indígenas triunfantes festejaron con alegría y jolgorio, y Zulia y Guaymaral se unieron en matrimonio y fijaron su residencia al lado del torrentoso río Sulasquillo. Vivieron felices por varios años hasta que llegó otro español, Diego de Parada y los tomó al descuido arrasando con todo lo que encontraba a su paso. Hay quienes contaron que vieron a Zulia morir a caballo, incitando a sus guerreros a la lucha y Guaymaral herido, huyó buscando la protección de su padre y prometió que todo lo que tocara se llamaría como su gran amor, Zulia. Es así cuando mal herido atraviesa el torrentoso río Sulasquilla y lo bautiza Zulia. El pueblo donde vivió ahora se llama Zulia y cuando toma posesión de sus tierras a la muerte de su padre, se crea el Estado Zulia de Venezuela” (SINIC, 2018).

La tradición oral tiene esa característica, cada vez que se cuenta, puede ir transformándose, cambiando, hasta el punto en que algunas historias se contradicen en detalles como lugar, tiempo, personajes, nombres, en fin, es algo totalmente predecible en este tipo de situaciones, pero no por eso, pierden su valor histórico y cultural.

Otro ejemplo que se puede usar es el mito del árbol de la vida, aunque existe una sola versión, en otro mito aparece una clara mención al árbol, lo cual permite que se identifiquen estas características de confusión o contradicción en algunos sucesos míticos.

Un árbol tan alto, tan alto que su copa traspasaba las nubes y tocaba el cielo, y tan grueso, tan grueso, que cincuenta hombres no eran capaces de abrazarlo y empezaron a empujarlo y lo empujaron con tanta fuerza, que cuando el árbol cayó la tierra se estremeció y de las entrañas del árbol brotó agua y fue así como nacieron los ríos Catatumbo y de Oro, los mares y los océanos y sus aguas ahogaron a muchos hombres del color de la ceniza, los que no pudieron traspasar esas aguas para traer más odio, ambición y guerra, tuvieron que pedirle perdón al indígena barí quien fue muchas madrugadas al río Catatumbo a lavar su corazón del odio y del rencor, para poder perdonar al hombre del color de la ceniza. Por eso los indígenas nos miran sin odio y sin rencor, pero sí con desconfianza. (SINIC, 2018)

En otro relato se hace mención al árbol, sin embargo, tiene unas características diferentes a las presentadas anteriormente, no significa que sean falsos, solo son algunos detalles que han sido modificados, y esto es una de las libertades que la oralidad se puede permitir.

Cuentan que inicialmente los barí (indígenas apodados motilones) habitaban otro planeta y lo deforestaron de tal modo que Dios, preocupado por sus hijos comenzó a mirar qué hacer y fue así como observando otros planetas se fijó en uno en especial ya que sus tres cuartas partes estaban formadas por agua y tenía bastante vegetación. Ordenó a todos sus hijos cortarse el cabello, que tenían bastante largo, a nivel de la oreja, y con estos cabellos tejieron una gran trenza tan larga, tan larga, que alcanzó el planeta por él visto y que habían bautizado tierra. Al final de la trenza se posó encima del cerro Bobalí (Convención, Norte de Santander) y por allí envió una pareja de indígenas, que al posar sus pies sobre el cerro se quedaron perplejos de la vegetación, los animales, la riqueza de este planeta y no regresaron. El Dios envió a otros más y a los últimos los envió con la semilla del árbol de la vida, el árbol que controla el agua y el color del agua, un árbol tan grande que su copa traspasa las nubes y toca el cielo y tan grueso que cincuenta hombres no son capaces de abrazarlo. Cuentan que cierto día una pareja de indígenas hombre y mujer pasaron por allí y observaron que pegado al árbol caía un bejuco de cabello y decidieron trepar por él para conocer a Dios, cuando estaban por llegar a la copa, Dios se enfureció y los castigó convirtiendo al hombre en Sol y a la mujer en Luna. Es por eso que el sol del Catatumbo alumbra tan fuerte, pues es un guerrero barí furioso por haber sido separado de su mujer y el rocío son lágrimas de la Luna que llora de tristeza por haber sido separada de su esposo.” (SINIC, 2018)

Para concluir, se puede decir que la riqueza mítica y oral de toda la zona del Catatumbo es extensa y rica en cultura, el simple hecho de haber sido habitada durante décadas por los indígenas Barí, ha creado una cosmogonía única en el mundo, y puede que existan semejanzas con distintas tradiciones indígenas colombianas, sin embargo, la zona geográfica hace que tengan condiciones especiales para desarrollar su propia visión del mundo, el caso del faro y del árbol de la vida son dos grandes ejemplos de esto.

También es necesario decir que existe en este momento, la imperiosa necesidad de rescatar la cultura Barí y su tradición oral, se necesita de una intensa campaña por parte de los organismos estatal para sacar del atraso económico y social que vive la región del Catatumbo, de intensificar las políticas educativas que integren el conocimiento de la cultura local, de mostrar a las futuras generaciones que no son los primeros habitantes de su país, que antes de ellos existieron varias tribus indígenas que tenían una manera distinta de ver el mundo, que concibieron el nacimiento de la humanidad de una manera diferente a la que hoy en día se tiene, que esos mitos y leyendas deben ser llevados a nivel nacional, de sacar de la región las historias y la cosmogonía de la tribu Barí.

Además, entender que la tradición oral hace parte del colombiano, de la necesidad de apropiarse de su saber cultura y tradicional que los abuelos y demás antepasados han intentado transmitir a través de las historias y anécdotas, de sentirse realmente orgullosos de esos pueblos indígenas, de dejar a un lado ese pensamiento centro europeo, donde se toma la cultura extranjera como propia, valorando siempre las representaciones culturales de los extranjeros, asumiendo que la cultura de los pueblos ancestrales colombianos por el simple hecho de provenir de los pueblos indígenas es inútil y atrasado, es necesario sacar esa maldición de malinche que Rubén Patagonia expresó en su canto de protesta hace ya alguna décadas “Se nos quedó el maleficio, de brindar al extranjero nuestra fe, nuestra cultura, nuestro pan, nuestro dinero” (Patagonia 1984).

LA TERCERA VOZ

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