
El almirante Neil Villamizar es el candidato del PSUV a la Gobernación del Esequibo
Estas líneas están siendo escritas en el momento en que se acaba de anunciar el nuevo Papa, quien en sus palabras inaugurales nos invitó a pensar en una Iglesia renovada que siga -sin reservas- las enseñanzas del Evangelio, en cuyos textos se resumen los principios cardinales de nuestra cultura judeo-cristiana occidental, de la cual los latinoamericanos somos parte integral.
Deseamos fervientemente que el ejercicio pontifical que se inaugura sea fructífero y razonablemente prolongado, habida cuenta la discreta edad del cardenal Prevost.
Como venezolanos deseamos que la nueva gestión papal se enfoque en la reafirmación de una Iglesia cercana a los pobres y que su labor -inevitablemente política también- se conduzca en forma tal que, sin claudicar en los logros obtenidos por Francisco, pueda para los venezolanos servir como factor de cicatrización de la herida que hoy sufrimos por causa de la grieta política que se ha instalado en nuestra sociedad y que Francisco poco ayudó a resolver.
Sin embargo, aun cuando lo anterior sea un acontecimiento extraordinariamente relevante en todo el mundo, lo necesario hoy es colocarnos la cachucha ciudadana para abordar el tratamiento de un tema existencial para nosotros, los venezolanos, cual es el espinoso asunto del Esequibo ante el inminente proceso electoral que se realizará el 25 de los corrientes.
Es natural e inevitable que ese asunto convoque al sentimiento nacionalista y patriótico. Al mismo tiempo, parece prudente anotar algunos hechos y actitudes cuyas consecuencias seguramente repercutirán en nuestro quehacer nacional y también en el relacionamiento con la comunidad internacional, pues su incidencia en el mundo de hoy no puede ser soslayada.
Durante bastantes años, tanto en la actividad docente como en la vida académica y también en el asesoramiento a nuestra Cancillería, hemos estudiado el tema del Esequibo con profundidad y entusiasmo.
A riesgo de ser polémicos invocamos aquel dicho de que “se necesitan dos para bailar tango”. Aun abrazando la validez de las credenciales venezolanas sobre el diferendo, parece necesario tomar en cuenta también las circunstancias jurídicas y políticas que están teniendo lugar hoy.
Para ello es preciso recordar que en el referéndum consultivo de diciembre de 2023 , el inefable señor Amoroso, de cuya acrisolada credibilidad nadie duda, anunció la participación de más de 10 millones de votantes con un resultado de más de 93% a favor de que la Guayana Esequiba fuera incorporada a Venezuela como su vigesimocuarto estado.
Aun concediendo legitimidad a dicho referéndum, no hay que olvidar que nuestro propio país entiende que sí hay una controversia con Guyana que lleva más de un siglo, siendo que la totalidad del territorio en disputa (159.000 km2) ha estado todo el tiempo bajo el control guyanés (o de su anterior metrópoli colonial Inglaterra) y que en el mismo no existen personas venezolanas habilitadas para votar ni hay tampoco infraestructura administrativa que permita convocar, organizar, efectuar, controlar ni contabilizar un acto electoral venezolano.
Lo antes dicho da lugar a ser analizado a la luz de las siguientes consideraciones:
1) Venezuela -sin aceptar el tema territorial- reconoce que en la zona sí hay una controversia y por eso se han venido buscando soluciones destinadas a resolverla (dos para el tango).
Es el caso que durante más de veinticinco años de conversaciones directas, aun con “buenos oficiantes” extranjeros encargados -y desde el Acuerdo de Ginebra de 1966- de buscar una solución “práctica” al asunto, nada se ha podido avanzar.
2) En virtud de dicho Acuerdo suscrito en 1966 se convino que de no obtenerse resultado, por designación del secretario general de la ONU, se acudiría a la Corte Internacional de Justicia cuya jurisdicción obligatoria Venezuela ahora niega, pero aun así se ha hecho presente litigando ante sus estrados para expresar sus argumentos. La Corte, después de analizar las diferentes interpretaciones de las partes, decidió que sí tiene jurisdicción. Fallo inapelable.
3) Paralelamente la Corte, también con la participación de Venezuela, en 2023 resolvió, a instancias de Guyana, decretar medidas cautelares que impiden a Venezuela ejercer actos que alteren el “statu quo” hasta que se resuelva el fondo del asunto, que es la validez o no del Laudo Arbitral de 1899 que Guyana defiende y Venezuela niega.
4) Aun ante esta decisión, Venezuela ahora convoca elecciones nacionales que incluyen el “Estado Guayana Esequiba”, a lo que Guyana solicita se respeten las medidas cautelares acordadas en 2023 y reiteradas hace apenas unos pocos días, cuando la Corte otra vez concedió razón a Guyana basándose en el “grave riesgo de que Venezuela pretenda llevar a cabo medidas para el controlar Guyana”. ¡No es tontería!
Visto brevemente el aspecto jurídico, pasemos revista un poco a lo geopolítico.
1) Guyana cuenta con el apoyo de todo el Caribe, Cuba, Gran Bretaña y parte de los Estados africanos que la apoyan políticamente, así como el de Estados Unidos, que han comprometido también su apoyo militar si fuera el caso anunciando que defenderán la integridad física de las plataformas petroleras de mar adentro ubicadas en aguas cuya soberanía dependerá de la delimitación terrestre.
2) La situación del mundo de hoy es suficientemente complicada como para adicionar un episodio más de fuerza y, menos aún, para el beneficio de quienes hoy ejercen la mayor influencia planetaria y se valen de los demás para servir sus intereses en condición de actores supeditados a un juego de Grandes Ligas del cual apenas son recogebates.
Aun cuando Venezuela pudiera amenazar con una actitud de provocación para favorecer el apoyo interno a Maduro & Cía, los entendidos afirman que su Fuerza Armada no tiene ni el apresto operacional ni los recursos como para lanzar y mantener una operación de fuerza.
A título de detalle tragicómico se ha anunciado la candidatura de un oficial de la Armada para el cargo de gobernador del Esequibo. ¡Pobre hombre! ¡Pena por él! ¿Qué va a gobernar? ¿Desde dónde? ¿Con qué recursos? ¿O será un chiste como los de la inolvidable Mafalda?
En todo caso, en un mundo como el de hoy, supuestamente civilizado, habría que esperar que la Corte Internacional de Justicia emita su sentencia confirmando o no el Laudo Arbitral de 1899 para dejar solucionada la cuestión de límites. Ello se estima pudiera demorar unos dos años. Esperemos que para entonces las partes acepten el resultado y juntas en adelante cooperen con la vista puesta en una región mejor y en paz.
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