
En noviembre de 2010 fue nombrado cardenal por el Papa Benedicto XVI, quien le asignó la diaconía de San Giorgio in Velabro. Hoy Gianfranco Ravasi (Menate, 1942) – presidente emérito del Pontificio consejo de cultura y de la Pontificia comisión de arqueología sacra- charla durante una hora con El Nacional sobre qué es, qué significa y hacia dónde vira el catolicismo. Lo hace desde su sede romana de Via della Conciliazione, a dos pasos de Plaza San Pedro.
En esta primera parte de la entrevista usa, se vale de la literatura, la música, la pintura y el cine para explicar las columnas que sujetan el entramado arquitectónico cristiano. Emergen necesariamente, como grandes catalizadores, hasta llegar finamente al magisterio de Francesco, hoy dolorido y maltrecho, fotocopia de una Iglesia que quiere recuperar su brújula. Todo en medio de guerras, conspiraciones, aranceles, Trump y la terriblemente maravillosa -por absurda, desconcertante y necesaria- Inteligencia Artificial.
—Eminencia, ¿por qué hay que leer la Biblia? ¿Y qué motivos aporta para que los agnósticos decidan estudiarla igualmente?
—La Biblia tiene dos caras. Para los creyentes significa, como dice ella misma, la lámpara que ilumina los pasos en el camino de la vida. Podía ser un punto de referencia, la estrella polar… De hecho, en el interior de la historia del cristianismo siempre significó el elemento fundamental de la liturgia y la teología en momentos diversos, con diferentes acentos, pero siempre clave. Es su cara más religiosa, que por supuesto tiene su interpretación exegético-teológica. Por otra parte, la Biblia también fue durante siglos el gran código -como dice el libro del crítico canadiense Northrop Frye- de la cultura occidental. Siempre estuvo sujeta a un gran estudio interpretativo desde muchos ámbitos.
—A usted le gusta Marc Chagall, pintor bielorruso de origen judío. Hábleme de él. De los intersticios bíblicos en sus obras.
—Siempre dije que los artistas, durante siglos, han pintado esta especie de alfabeto colorido que representaba Biblia. Imagínate: personajes, temas, símbolos, eventos… Emerge también desde el punto de vista ético… Como el Decálogo, una especie de estrella polar para los no creyentes. Mira las películas que el director agnóstico – Krzysztof Kieślowski- hizo sobre los Diez Mandamientos. Un film para cada uno. Bien, esto hace que la Biblia -con actitudes diferentes- signifique una especie de gran herencia común, tanto para creyentes y no.
—Antes de comenzar la entrevista usted me estaba hablando del libro más vendido en este periodo. Aquí, en Italia.
—Il Dio dei nostri padri, escrito por Aldo Cazzullo. Es una novela sobre la Biblia, una paráfrasis sobre el Antiguo Testamento. Imagino, con un editor laico (HarperCollins), que no solo se vende a los creyentes. Mi esfuerzo es demostrar que la Biblia está presente en todas las artes presentes. Para entenderlas, hay que estudiarla. De principio a fin.
—¿A usted le gusta la cinta de Pasolini? El evangelio según Mateo, dedicada a Juan XXIII. Inicialmente fue censurado.
—Es una operación teológica realizada para los protestantes, pero demostró ser significativa para el mundo católico a partir del Concilio Vaticano II. Una especie de reapropiación de la Biblia en las comunidades eclesiásticas. Mi esfuerzo es hacer ver la base para comprender la herencia cultural, el lenguaje que usa. Hoy en día es casi imposible entender la matriz pictórica de una pinacoteca sin haber leído antes la Biblia.
—¿Ha visitado el Ecce Homo de Caravaggio expuesto en la Galería Barberini? Menudo periplo: en 2021 salió por 1.500 euros en una casa de subastas. Hoy no tiene precio.
—Caravaggio amaba experiencias fortísimas. El Ecce Homo es uno de los elementos más dramáticos de la pasión. Cuando es rechazado por su gente y condenado por el pueblo romano. En sus cuadros hay potencia, tensión… Fíjate en su San Juan Bautista. Este maravilloso pintor barroco creo que era un exegeta de los textos. Si ves su Vocación de San Mateo (Iglesia San Luigi dei Francesi) … Él aquí interpreta. Fíjate la mano de Cristo que señala Mateo contando las monedas… Esa mano es la citación de la Creación (obra de Miguel Ángel). Es la recreación, la redención. Hablamos de un hombre refinado, y creo que la iglesia tuvo el coraje de protegerlo. Fue el cardenal Del Monte, concretamente. Le recuerdo, estimo y envidio. ¿Sabes? en Italia hay un crítico de arte -Vittorio Sgarbi- que a menudo me acusa de no haber encontrado un artista tótem al que defender contra la opinión pública.
—La pasión de Cristo -ahora que llega la Semana Santa- siempre ha estado muy presente en la cultura del séptimo arte. Más allá de las superproducciones americanas, centrémonos en el cine independiente de Pasolini, siempre con su difícil y contradictoria relación con el catolicismo. Su ambigüedad política y promiscuidad sexual ¿Usted ha visto el cortometraje La ricotta, con Orson Welles?
—Sí. La religión en las obras de este magnífico poeta, cineasta y escritor está siempre presente. Recuerdo su película Mamma Roma, con la actriz Anna Magnani. Esa escena conmovedora con su hijo que muere, y que recuerda al Cristo de Andrea Mantegna. Volviendo a El Evangelio de Mateo… Sé que conocía la historia, que la leyó en una noche mientras estaba en Asís y quedó ensimismado. Todo esto lo sé de Pier Paolo, que tuvo una formación católica. Creo que su dibujo es intenso y sobrio. Más que el de Franco Zeffirelli, más enfático, más católico.
—El Cristo de Pasolini es feo, carnal. Nada de ínfulas ni retórica divina.
—Es solmene, y habla de la eternidad y el infinito. El de Luca, por ejemplo, es más dulce. Creo que Pasolini entendió que esta figura no debía tener retórica. Sí solemnidad, pero no retórica. Ese es el gran riesgo cada vez que se hace una película religiosa, cada vez que se narra un texto bíblico.
—¿Qué opina del Cristo de Lars Von Trier?
—Gran director danés, aunque con una relación complicada cada vez que debía afrontar la Resurrección. Su parábola es simbólica. Piensa también en Al zar de Baltasar, de Robert Bresson. Es un burro, es la representación de la víctima. Esto para decirte que no todos los films bíblicos están relacionados directamente con el texto. Piensa en la película Andrei Rublev, de Tarkovsky… Cuando aparece Cristo caminando con la cruz, y esas mujeres que le siguen… Esa sangre de Jesús que se impregna en la nieve… Eso también es La Pasión. Volviendo a Pasolini, lo único que ha narrado de fe es la Resurrección, paradójicamente ausente en los evangelios. Está antes y después (en el monte de Galilea), envuelta en esa especie de almendra de luz.
—Me gustaría abrir el abanico de la música, no solo la sacra o lírica necesariamente.
—Vamos a ver… Es necesario excavar en el interior de algunos autores. Sí, la religiosidad está explícita si escuchas a Leonard Cohen, con su Hallelujah, o la interpretación de algunos textos basados en salmos, pero hay otros artistas o cantautores en que no está tan explícita su matriz cristiana.
—Hay estudios de la presencia bíblica en Bruce Springsteen.
—Sí, efectivamente. David Bowie, Bob Dylan… Son figuras con un cierto retrogusto relacionado con la religión. También el álbum de Fabrizio De André: La Buona Novella (análisis de los evangelios apócrifos). ¿Sabes en qué se ve o se intuye? Incluso en la espera de una redención en la desesperación… Mira Amy Winehouse, que muere suicida. Sus textos que hablan de espera, de respiración… Increíble. En definitiva, por mi formación clásica intuyo a menudo esta respiración cristiana. Por no hablar de Mozart, y su Vesperae solennes de confessore… El salmo más breve de todos, el 116, con pocas palabras en hebreo. Lo hace creando una belleza musical ultraterrena. Él era gran prácticamente, claro está. También está Bach, de quien escribí mucho en su día, de su biblioteca, donde la mayor parte de los textos que dejó eran religiosos (La Biblia, Lutero, Flavio Giuseppe…) y pocos de técnica musical. Conociendo su universo álmico implícita y explícitamente, creo que era un gran creyente. Vi su fe, su respiración espiritual.
—Llegando hasta aquí, vi su libro expuesto en varias librerías: El alfabeto de Dios. ¿Qué escritores ateos le han inspirado a lo largo de su vida?
—Muchos, aunque me gustaría no responder. Así no privilegio a nadie. A ver, Alberto Moravia, Camus y La Peste, donde veo a Giobbe… Me gusta cuando dice: “¿Cómo ser santos sin un Dios?”. Yo amo la literatura independientemente de la espiritualidad religiosa. También te digo que si me hubieras hecho la pregunta al contrario, es decir, escritores católicos que me impactaron… Tampoco querría privilegiar a través de un elenco. No diría Alessandro Manzoni. Sí, quizás mencionaría Los hermanos Karamazov, de Dostoyevski.
—Hay un experimento literario que está dando la vuelta al mundo. Querría profundizar en él para conocer su opinión sobre la IA. El libro Ipnocrazia (Editorial Tlon en Italia) resulta que no está escrito por el autor Jianwei Xun, sino que es una co creación híbrida entre la Inteligencia Artificial y un colectivo humano liderado por el autor Andrea Colamedici. ¿Esto es ético? ¿Hacia dónde caminamos? ¿Trump hipnotiza mediante las repeticiones?
—A menudo intervengo en debates donde se habla de aspectos científicos y humanistas. Verás, yo me considero una persona ecléctica. Me interesa todo, y por lo tanto me considero inteligente, pero no un genio que recorre obsesivamente un solo camino. Me interesa mucho la cultura digital, la infosfera… También la ciencia en correlación con la fe. Dentro de la ciencia, estudio mucho tres factores. Uno es la genética… Sí, el ADN, la creación de un modelo antropológico perfecto… Algo así como el Fausto de Goethe… Otro, la neurociencia, y esa relación entre el cerebro y la mente, las neuronas… Algo que para mí son dos cosas completamente diferentes, porque al ser humano no puedes reducirlo a tan poco. Tiene una dimensión enorme. En práctica, la ciencia se interesa del fenómeno, de cómo se producen las cosas, pero luego hay otro canal de conocimiento superior (amor, filosofía, arte…) que percute en el fundamento, el porqué.
—¿Y el tercer factor es la IA?
—Claro. Ahora hay tanto y se dicen tantas cosas que es difícil separarse de ella, sobre todo para quien es profano. Una cosa está clara, y siempre sucedió. La humanidad ininterrumpidamente creó cosas no ya para autodestruirse, sino para sustituir a su propia especie. La ciencia atómica, por ejemplo. No sé si la IA acabará con el individuo mismo, pero sí cambiará el fenómeno antropológico. La máquina funciona con inputs que le da el hombre. Otro tema interesante es el algoritmo abierto. Si yo le doy cien posibilidades, y luego decide ella… Yo ya no cuento nada. Pierdo autoridad.
—Parece el apocalipsis. ¿Por qué ese autolesionismo del ser humano? Muy cristiano, también.
—El ser humano, desde los griegos clásicos, intenta superar cada límite, ir más allá. El deseo de ser como Dios. Mira la tragedia de Prometeo… Dicho esto, hay un punto positivo aquí, porque está en juego también la búsqueda, la superación. El problema es que en la búsqueda no hay fin, y ahí nos perdemos. Aquí, en la base, hay dos elementos que en la cultura contemporánea ya no están. Son los conceptos de la verdad y la ética. Para la tradición cristiana, solo nosotros tenemos verdades objetivas. Lo mismo pasa también con la moral. Platón, en el Fedro, habla de correr hacia la llanura de la verdad, que te precede, está antes que tú. Eres tú quien debe alcanzarla. Cuando sucede, se convierte en algo subjetivo. Aquí encaja bien la era de Trump.
—El libro precisamente cita a Trump y Musk como sacerdotes de esta hipnosis que seduce al individuo, le emborracha con repeticiones creando múltiples realidades-verdades paralelas para controlarlo. “En el nuevo capitalismo, ya no es necesario poseer las máquinas, sino la mente”. Hay miedo del silencio, del vacío. ¿Qué opina?
—Claro todo. De ahí viene el concepto de la posverdad, más potente que la verdad misma. Ya se está perdiendo el concepto de ser, de la sustancia… Ahora la deontología la haces a tu antojo. Cada uno tiene su verdad, y si te la destruyen pues haces otra diferente. Es como en Il príncipe e il ragno. Es un relativismo feroz que ya mencionaba Papa Benedicto. Hoy el concepto que predomina es el subjetivismo. Es un poco como sucede hoy con las teorías del gender, que parten de la matriz de ausencia de esencia… Y tienen razón, eh, no lo pongo en duda… El problema es que todo hoy es más susceptible de poderse evaporar.
—Volvamos a la IA antes de terminar y volver a citarnos en la segunda parte, más centrada en la Iglesia de Francisco.
—Crea mundos que se escapan. El hombre los ha creado, sí, pero después se desarrollan enormemente y se escapan. A veces sucede cuando se intenta, legítimamente, rebasar el perímetro. Recuerda el Folle volo di Ulisse (Dante)… Es legítimo, pero después surge la incapacidad ante el objetivo que se te pone delante. Estos son deberes para la religión, para las culturas…
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