El sistema educativo italiano está en el ojo del huracán tras la suspensión de Elena Maraga, una maestra de 29 años que trabajaba en una guardería de Treviso, al norte del país. Su «falta» no fue en el aula, sino en internet: una madre descubrió que la docente tenía un perfil en OnlyFans, donde compartía contenido para adultos, y no dudó en denunciarla ante las autoridades escolares.
El caso ha desatado un debate sobre la privacidad y la moral en la profesión docente. Maraga asegura que su contrato no incluía restricciones sobre su actividad en redes sociales y señala la hipocresía del caso: «Si algunos padres vieron mi perfil, significa que también están en OnlyFans». Sin embargo, el Ministerio de Educación italiano ha respondido con la aceleración de un código ético para los educadores, centrado en el uso de redes sociales.
Las nuevas normativas podrían endurecer el control sobre el comportamiento digital de los docentes, alineándose con las reglas ya vigentes para empleados públicos. El debate está servido: ¿privacidad o responsabilidad social? Mientras Italia discute, Maraga sigue suspendida y su futuro profesional es incierto.
3eravoz @soyjosecorrea
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