Las 18.250 radiografías de Zapata

“A lo largo de sus distintas épocas, desde aquellas piezas de líneas firmes y minuciosas que fueron características de sus primeros años, y que avanzaron hacia las composiciones más complejas que aparecieron a comienzos de los años 80, lo que se ha persistido y se ha profundizado, como una especie de sello-Zapata, es su estudio tipológico del poder”

N.R.

Si hay que decirlo en una frase, propongo esta: lo que Zapata ha hecho a lo largo de 50 años es radiografiar al poder. Ha penetrado en los gestos y expresiones públicas de los poderosos para mostrar sus perversiones y debilidades, sus intenciones y manías. Lo que con frecuencia permanecía oculto del poder venezolano —no solo del poder venezolano sino también de algunos poderes planetarios— dejó de estarlo: Pedro León Zapata (1929) lo ha ventilado con inobjetable disciplina, día a día, a lo largo de 50 años, en los 18.250 Zapatazos acumulados hasta hoy, que arrancaron el 21 de enero de 1965.

Hay un hecho que no debería pasar desapercibido en este aniversario: no debe haber en la historia del periodismo venezolano otra voz que, desde un mismo espacio, en un mismo medio de comunicación, haya logrado mantenerse durante 50 años expresándose a sus anchas. Se ha producido, y es algo que habría que estudiar y que seguramente está anclado en la personalidad de Pedro León Zapata, una condición de cautela y buenos oficios que le ha permitido convivir en buenos términos con caracteres tan disímiles y opuestos como los de Úslar Pietri y Miguel Henrique Otero, Ramón J. Velázquez y Alfredo Peña, José Ramón Medina y Alberto Quirós Corradi. A Zapata habrá que reconocerle habilidades, fuera de lo común, para la diplomacia en las intrincadas y peligrosas selvas internas de El Nacional, comparables a sus altos dones como dibujante. Basta con recordar que libros suyos, en distintas épocas, han tenido textos introductorios de Rómulo Betancourt y José Vicente Rangel, para que sea notorio su carácter plural y ciudadano.

A Zapata, hombre poliédrico, se le puede valorar como pintor, humorista, dibujante, caricaturista, editor (El Sádico Ilustrado se fundó en 1978), conversador de estirpe, hombre de la radio (¿recuerda alguien cuando Zapata, en 1977, hacía el programa Kung-fu de noticias?), autor de varios libros, hombre de variopintas facetas en el teatro, profesor universitario y periodista. Pero todas estas vertientes, a fin de cuentas, concurren a un caudal mayor, el más destacado en su obra: la de crítico del poder.

Hacia finales de 1986 y a lo largo de 1987, Pedro León Zapata fue protagonista de lo que hoy luce como una charada: se anunció como candidato presidencial para las elecciones de 1988. En aquellos años, junto a Graterolacho (fallecido en 2010), Zapata conducía el programa Rueda Libre. Un día, lo que apareció como un disparate durante un programa cualquiera, comenzó a tomar cuerpo. Muchos fueron, incluyendo a algunas figuras hoy en el poder, los que se tomaron aquella jugarreta en serio. Algún día, cuando se escriba una biografía de Zapata con todo el rigor que el género exige, quizás pueda contestarse a la pregunta de cuánto de simple humorada y cuánto de secreto deseo había en aquel Zapata que, finalmente, no llegó a convertirse en candidato presidencial.

A lo largo de sus distintas épocas, desde aquellas piezas de líneas firmes y minuciosas que fueron características de sus primeros años, y que avanzaron hacia las composiciones más complejas que aparecieron a comienzos de los años 80, lo que se ha persistido y se profundizado, como una especie de sello-Zapata, es su estudio tipológico del poder. En Zapata, y esto es vital para comprender su obra, hay una caracterología del poder: el acumulador, el fanfarrón, el desdeñoso, el cínico, el descarado, el ambicioso, el infatuado, el brutal, el represor, el machista, el corrupto, el demagogo, el iletrado enriquecido, y muchos más. Los Zapatazos son una larga y profusa vitrina de las conductas de los poderosos venezolanos.

Lo extraordinario de la obra de Pedro León Zapata es que desde ese espacio de privilegio que ha erigido en El Nacional ha contribuido a forjar toda una rama de la cultura política venezolana, que toma distancia del poderoso, lo despoja de sus falsos ropajes, lo exhibe en sus apetitos y desmanes. En pocas palabras: vuelve al hombre del poder, un sujeto sospechoso. Los 18.250 Zapatazos son radiografías que interrogan nuestra credulidad. Caricaturas que nos recuerdan que todo poder siempre tiene algo de magnético y de perverso a un mismo tiempo.

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